Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, en 1619, el pueblo tenía cincuenta y seis habitantes: dieciséis eran españoles y cuarenta eran indios. Era un pueblo muy pobre, dedicado al transporte de sal en caminos de herradura.
Como eran muy pobres y siempre habían sido muy leales a la corona española, las autoridades habían pedido al virrey que les eximiera de pagar impuestos, ya que no con los pocos ingresos, no podían pagarlo.
Un día, entre el pueblo de Tepic y el actual Jalisco, en el camino que pasa muy cerca del Cerro de San Juan, un joven que cuidaba a sus animales perdió el control de su caballo y, a pesar de sus esfuerzos, no pudo domarlo.
En ese momento se dio cuenta de que en una parte del campo donde estaba había una cruz de hierba verde que destacaba sobre las demás hierbas de la zona.
La hierba de la cruz era esponjosa, alta, gruesa y abundante. La cruz tenía tres varas de largo y una de ancho, con la parte superior ligeramente más ancha, como para simular el signo INRI, las iniciales de “Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos”.
Inmediatamente, el muchacho se puso a informar a las autoridades eclesiásticas y civiles del pueblo para que fueran testigos del milagroso descubrimiento. Algunas mujeres aprovecharon la milagrosa aparición y cortaron hierba de la cruz para preparar infusiones para curar sus enfermedades.
Otros tomaban tierra de la cruz y la ponían sobre los enfermos como cataplasma en sus cuerpos doloridos. Cuando todos se curaron, los aldeanos se dieron cuenta de que la cruz de zacate era milagrosa.
Cubrieron la cruz con una rama, la protegieron y se celebró una misa en el lugar. La noticia de la aparición de la milagrosa cruz de hierba se extendió por todo el valle de Matatipac y los poblados cercanos a él.
Mucha gente vino a ver la cruz, a cortar la hierba y a traer tierra para curarse a sí mismos o a sus familiares enfermos. Lo extraño era que, aunque cortaran la hierba, la cruz nunca dejaba de tener zacate, y aunque sacaran mucha tierra, nunca cedía y no se veían agujeros.
Por otro lado, la maravillosa cruz no necesitaba ningún cuidado, ni riego, ni poda; siempre estaba verde, sana y siempre crecía al mismo nivel. Ni el frío ni las heladas hicieron que se marchitara. Siempre era lo mismo: verde y suave.
Más tarde, en 1694, los frailes franciscanos decidieron construir un santuario en el lugar, y en 1784 se construyó un monasterio franciscano. Durante la Guerra de la Reforma, el coronel Antonio Rojas destruyó la cruz, pero esta volvió a la vida con todo su esplendor.
Hoy la cruz se encuentra en el centro de la ciudad de Tepic, protegida por muros y una valla de hierro, y muchos votos antiguos de mármol colocados junto a ella demuestran lo milagroso de la Cruz de Zacate.
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